sábado, 20 de junio de 2015

Hacia Finisterre

Hoy salí de Santiago con aire renovado. El día de ayer fue muy intenso, primero por la total conexión con el Santo y luego por la celebración improvisada con dos compañeras de Madrid. Para ellas su último día en el camino, para mi un pequeño paréntesis para seguir hasta Finisterre.

Una vez conocido al apóstol y haber peregrinado por sus albergues, mi decisión es ahora dormir en la naturaleza. Por eso hoy utilicé parte de mi financiación en adquirir una tienda de campaña. El precio asequible, el peso casi 3 kg, pero la libertad y goce de la vida no se mide ni con dinero, ni con peso ni con nada.


Esta es mi casa de hoy. En mi jardín árboles y plantas de todo tipo. En la pared, viento que me acerca el sonido de animales en la noche.en el tejado infinitos puntos dorados que brillan fotmando constelaciones, y ahora entiendo por qué esta zona se llama compostela (campo de estrellas). NoNo las conté, pero había más que nunca. Todas parecian mirarnos. Y digo mirarnos porque hoy la vida me ofreció lacompañia de un nuevo amigo, q ne muerde mientras escribo.


Se trata de uno de estos dos gatitos. Les encontré esta tarde en el bosque pidiendo ayuda entre unas zarzas. Les llamé y parecía que me atendían, respondiendo con maullidos mas fuertes. Me adentré entre los pinchos y finalmente los vi, y ellos al verme se acercaban. Parecian estar acostumbrado al trato con personas, por lo que me hizo pensar que alguien los dejó allí, cosa que por desgracia a veces pasa. Así pues, como las casualidades no existen y yo pasaba por allí, acepté mi rol de salvador y me hice responsable de ellos. Yo asumiendo responsabilidades. Que pronto el camino me pone pruebas. Pero lo hice sin pensar, un acto natural, pues esos gatitos son parte de mi y yo de ellos.

Los monté en mi chaqueta y fui preguntando en casas y bares si alguien se comprometía acuidar esas pequeñas vidas. En la misma tarde el blanco ya encontró duecasa. Tenía aspecto de siamés, por lo que enseguida enamoró a uno de los clientes de un bar donde pare a comprar un bocadillo. El otro, el negro, por el hecho de las supersticiones, y no quiero pensar en descriminación, de momento está conmigo. Una señora me dio un poco jamón de york y unos mejillones para él que al principio parecía no querer, pero q con el paso de las horas, no veas como le gusta.

Disfrutando pues juntos de la maravillosa noche de ensueño, con una perfecta sintonía de temperatura, vistas y sensaciones, mirando a la luna creciente, como mi alma.

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