Portomarín, y yo, un hombre ya sin espacio ni tiempo he llegado hasta aquí. Como en un viaje astral teletransportado por el ser bici, la cual me lleva de punto en punto a veces sin pensar, abstraído en las infinitas pedaladas, sobre todo cuesta arriba, que me dejan la mente en blanco. Por eso la llamo "Interestelar", de estrella en estrella, de lugar en lugar.
Y hoy, montado a lomos de la interestelar, y disfrutando de su vuelo en una dulce bajada de unos 10 km, me paro a contemplar los grandes monumentos de este pequeño pueblo a orillas del río Miño, antes en el propio cauce del mismo, pues creció a causa de la creación de un embalse en los años 60. Pero sus vecinos, obviamente, no podían dejar morir en sus aguas su gran patrimonio, y como auténticos héroes, trasladaron literalmente piedra a piedra cada edificación que mereciera la causa a lo alto de la colina.
Pueblo con gran historia Portomarín, que ya se constata en los tiempos de los romanos, dónde construyeron un puente para seguir ampliando sus fronteras, imagino. Historia hacia Santiago, pues en la Edad Media, era el único paso por el camino francés. Historia del presente que piso, que sin razón aparente, es el primer sitio que hace parar mi mecánico pedaleo, simplemente para admirar esta belleza visual, en el margen izquierdo del río, desde dónde veo, allá en lo alto, una gran iglesia en forma de castillo, con una gran rosetón en el medio de su fachada principal, insinuando que allí se produjo mucha magia. Seguro grandes rituales en tiempo de los templarios, salvaguardianes del Camino de Santiago por estas tierras en la era Media.
El viento sopla y suena las paredes de madera del Miradoiro de San Pedro, dónde me siento a descansar. Por el puente, cientos de peregrinos en escasos minutos que llevo aquí, provenientes de Sarria, supongo, pues es la próxima ciudad del camino para mi, la anterior para ellos. Ni me imagino los miles que pasan en un día. Sin duda, el camino francés en estas fechas se lleva la palma en cuanto a afluencia. Dicen que este es el verdadero camino, el de más tradición, pero si te pones a indagar, descubres que el del norte y el primitivo en particular fueron las raíces de la peregrinación. El caso de ser posteriormente más transitado el francés, es porque era más fácil atravesar el país para los que venían de Europa por la meseta castellana. Por eso, se fueron construyendo en esta ruta numerosos hospitales de peregrinos e infinidad de monumentos religiosos, como la Catedral de Burgos, dónde yo dirijo mi rumbo, por ser de ahí mis raíces. Si bien es verdad, que gracias a este peregrinaje, las ciudades fueron creciendo e incluso creándose alrededor de dicho camino. Camino que me lleva de vuelta a casa, y con más esfuerzo del que creía.
La ruta se hace dura por los numerosos puertos de montaña que existen en esta zona. Desde Sarria paso horas subiendo, y subiendo, y subiendo...para bajar un poco...y volver a subir. Así hasta llegar al alto do Poio, dónde creía que entonces, habría una larga bajada. Pero nada de eso. Una pequeña, para seguir subiendo hasta otro puerto que ahora no me acuerdo de cómo se llama. Entonces ahí pensé...ok, ahora sí que habrá una larga bajada...pero tampoco, una pequeña, para subir al Alto de o Cebreiro, mítico punto del camino francés, y aprovechado por los lugareños para hacer el agosto con los turistas peregrinos.
Por este motivo o sensación subjetiva de uno mismo, casi no paré en esas pequeñas comerciales calles, a la vez muy bonitas por cierto, como sacado de un cuento, pero no para mí, gracias. Quizás es porque estoy de vuelta, y ya no me dejo impresionar fácilmente, por mucha historia o tradición que digan allí haya. Además, ahora sí, me esperaba una laaaarga y placentera bajada hacia Piedrafita, la cual disfruté como un niño. Pero fue mejor la siguiente, de continuo sin yo saberlo. Entré sin darme cuenta en Castilla y León, mi tierra y la de muchos otros. Que ilusión me hizo cuando ví el cartel en el principio de un descenso por la N-VI.
Curva aquí, curva allí...yo...relajado. La interestelar...disfrutando. Vida...en su zurrón, escondida para no caer. Y durante unos cuántos kilómetros y escasos minutos, pensamientos fluyendo libremente en mi cabeza de todo el viaje, dónde realmente me dí cuenta que sí, estoy volviendo a casa, por tierras de León.