Café bar San Francisco. ¿Una Señal? Puede ser. A las puertas de su iglesia en Santiago. Dirección, rumbo a casa. Cerrando ciclos de magia y abriendo otros nuevos. La última ruta me trajo de nuevo a Compostela, por el camino de las trece cruces, ascendiendo el río Ulla. Lo que no sabía y ala vez sí, era lo que por allí iba a acontecer.
Haci casi veinte años, cuando yo tenía trece, el colegio Castilla, dónde yo cursé mis estudios primarios, hizo un intercambio con el colegio Rosalia de Castro, de Padrón. Los niños de Aranda pasamos una semana en casa de las familias de allí, y ellos vinieron una semana a nuestras casas en tierras del Duero. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero aquel recuerdo yo siempre lo tenía muy vivo dentro de mi. Aquellas jornadas de convivencia se me quedaron muy marcadas pues creo que era la primera vez que salía fuera de mi casa, lejos de mi familia, y puede fuese la llave del camino hacia quien soy hoy, un viajero soñador.
Después de aquel año 1996 no volví a ver a Oscar, mi compañero de intercambio, pero siempre tenía en mente que algún día tenía que volver a verle. Caprichos de la vida, o simplemente destino, mi camino de Finisterre hacia el sur por la costa da morte, se detuvo cuando aparecí de buenas a primeras en la desembocadura del río Ulla. Yo pensé que era porque como estaba haciendo el Camino de Santiago, tenía que volver a la ciudad justo por dónde él dicen que llegó. Lo que no sabía, es que Santiago me tenía preparada una ruta especial, por dónde ya anduve con trece años. Pasé justo por Padrón, siguiendo el curso del río, y allí me empezaron a llover recuerdos. Flasback de hacía veinte años...
Intenté recordar el nombre de la aldea dónde yo pasé aquella semana, pero no fui capaz. Mi mala memoria me jugó una mala pasada, pero El Camino me jugó una buena, pues me hizo pasar por por un pueblito que se llama Pazos. ¡Siii¡ ¡¡Esa era la aldea donde yo viví por una semana¡¡¡ ¡Lo encontré sin buscarlo, o lo busqué sin saberlo¡ ¡¡¡Increible¡¡ En ese momento mi gozo no cabía en mí. Había soñado tantas veces con volver a aquel lugar...
Nada más entrar reconocí la parada de bus dónde todas las mañanas nos recogían para ir a las excursiones programadas. Entonces me aventuré a bajar por sus estrechas callejuelas entre los horrios del lugar, que a medida que pasaba por allí iba reconociendo como el camino a su casa. Aunque claro, después de tanto tiempo, llegó un momento que me sentí perdido, y pregunté a un par de paisanos del pueblo si conocían dónde era la casa de Javino, mote familiar de la casa desde su bisabuelo. Y fue tal la alegría cuándo me dijeron que por supuesto sabían de quién les hablaba, que no soy capaz de describirlo.
Me acompañaron hasta la puerta de su casa y me dejaron allí. Les agradecí el gesto, y ahora tocaba presentarme con una timbrada. Salió Begoña a la ventana, la madre de Óscar, y yo, sonriente, empecé a hablar: "Hola, soy Roberto, de Burgos. Hace casi 20 años estuve aquí de intercambio con Oscar...¿Te acuerdas de mi?"
Y vaya si se acordaba. Casí dió un salto de alegría y bajó inmediatamente a abrirme la puerta para darme un fuerte abrazo. No daba crédito a que yo estuviese allí, después de tanto tiempo...La verdad que yo tampoco...Entré en la casa y allí estaba Jose, su marido, mis padres de aquel intercambio...¡Que bonita es la vida¡ Fue increible reunirnos en aquel salón en el que ya estuvimos juntos una vez, pero en el que nadie sabía que volveríamos a estar. Conversamos durante largo rato y recordamos viejas hazañas que juntos vivimos por aquel tiempo. Por supuesto pregunté por Óscar, y me dijeron que estaba felizmente casado y que tenía dos hijos, de dos y tres años. Vivía a pocos kilómetros con su familia, por lo que sería fácil verle esa tarde. Le llamaron, y me puse al teléfono: "Óscar, soy Roberto de Aranda, he venido a echar una caña contigo, ¿dónde estas?"
Mayúscula sorpresa dice que fue la que se llevó al escuchar esas palabras. No podía imaginar que realmente yo estuviese allí, en el año 2015, desde el 1996, buscando un reencuentro que yo siempre visualicé, y por fin, ese mismo día estaba apunto de suceder. Me citó a las ocho de la tarde en el campo de fútbol, porque tenía que jugar un partido de fútbol, como la última vez que estuve allí, que también recuerdo que me llevó a verle un partido. Todo el engranaje rueda a la perfección, yo, simplemente pasaba por allí, y cumplo con la magia.
Y mágico fue el momento cuando nos vimos en el campo de fútbol. Me presentó a su familia y me emocioné al ver sus dos hijos cómo corrían y jugueteaban de un lado para otro, además de ser unos parlanchines y muy sociables, como su padre. Era como volver al pasado y haber dicho en aquel momento: "¿Por qué no viajamos en una máquina del tiempo 20 años al futuro, al 2015, a ver cómo son nuestras vidas?"
Después del partido fuimos todos a cenar a un bar de Pazos y conversamos largo y tendido, ambos dos alucinando de que este preciso momento de vida, estuviera sucediendo...Hechos que me hacen seguir pensando en lo que vengo practicando...Magia¡¡¡
Lindo :)
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