La mañana amaneció lloviendo, punto clave para pensar que el cabo ya me estaba diciendo que era la hora de partir. Esta gran montaña mágica, que si te descuidas te atrapa con sus encantos, y no eres capaz de ir. Pero agusto. Muy feliz en Fisterra he pasado cuatro días subiendo y bajando del faro a la playa con el único objetivo de disfrutar de sus días y sus noches, conectando con sus bosques, rocas, mares y gentes. Infinidad de lugares en lo que dicen es el fin de la Tierra, y pienso yo, entonces, será el principio del cielo.
Y como producto de una despedida, el sol salió a media tarde para pasar juntos un último día en Finisterre. Justo después de cortarme el pelo, producto de la magia claro está. Es uno de los tres rituales que quería hacer para purificar mi alma. Esparcir mis rizos por aquella montaña, en señal de cambio y dejar atrás mi pasado, pues el Camino te enseña mucho, y ahora hay que seguir con lo aprendido. Cada vez que tiraba un puñado al viento, pedía por algo o alguien, y de nuevo las energías invadían mi ser. ¡¡¡Que momento¡¡¡.
El sol alumbraba cada vez más fuerte. Reflejaba en el agua y hacía el atardecer más precioso que haya visto desde hacía mucho tiempo. Yo, danzando entre roca y roca en las Piedras Santas, haciendo de vez en cuando montones de piedras en un perfecto estado de equilibrio con el Universo. En el monte Facho, en el lado Oeste del Cabo, punto más alto de Fisterra, y por eso acudí allí. Donde sin saberlo, otros muchos peregrinos ya acudieron por motivos religiosos. Dice la leyenda que la Virgen y su hijo, en el viaje que hicieron a Fisterra, después de dejar la barca de piedra en Muxía, se sentaron a descansar sobre estas piedras otrorgándoles el don de que a pesar de su peso cualquier persona con una sola mano podía moverlas. Ya Erich Lasota, un escritor de 1581 lo dice: "No se pueden retirar ni con varios pares de bueyes, pero se pueden mover con un dedo, lo que yo incluse comprobé". Pero a mi lo que de verdad me llamó la atención, fue que en la leyenda explicatoria del lugar, dice que ya los celtas hacían allí sus cultos al Sol, organizando mojones de piedras, rituales que sólo los de buen corazón son capaces de hacer y entender.
Y bueno, yo no es que fuese buscando justo ese lugar, pero sí, conociendo ahora su historia, justo era ese el lugar. Nadie me habló del lugar, simplememente escuche a mi corazón y mi corazón me llevó allí. Es increible ver como todo funciona, la rueda de la vida. Allí dónde otros ya estuvieron con un mismo fin, allí es dónde yo tenía que dejar las piedras que portaba en mi mochila durante todo el viaje, en representación de todo lo negativo que mi persona tenía. Cada piedra, un mal pensamiento. Cada piedra, un pecado. Cada piedra, un defecto. Y así, hice un buen montón, y pedí por que todo auquello desapareciera de mi, y renaciera mi ser en uno nuevo y más puro.
Así pues, ya estaban cumplidos mis tres rituales. El primero fue la purificación en aguas del atlántico antes de llegar a Fisterra, en la playa del Rostro. Esto es esencial para los peregrinos que allí acudían para quitarse el polvo de toda su ruta y limpio comenzaba su cuenta atrás para alcanzar ese final del camino tan duro y a la vez importante. Después esparcí mi pelo por la montaña mágica, para marcar un antes y un después en mi vida. Hice la prometida montaña de piedras en la cueva donde pernocté dos noches para dejar allí mis aspectos negativos. Y una vez limpio, una vez purificado, sentí en ese momento que tenía que rendir homenaje a alguien que me había acompañado todo el viaje, y habían sido los mayores artífices de mi conexión con el todo. El palo del hechizo y la Virgen del Amor. La Virgen ya sabéis por que se llama así, y al palo, le decidí poner ese nombre, porque cada vez que ando con él por cualquier sitio, todo se intensifica hasta llegar a límites insospechados. Tenía que hacer mi última ruta con ellos, y así fue.
Me coloqué la camiseta con la Virgen del Amor como si de una armadura se tratara, cual caballero en su última batalla. Cogí el palo por su zona media-arriba, la parte más gastada y de otro color por su uso, como si el bastón de un mago fuera. Y juntos, caminamos hasta nuestra última magia. A un kilómeto del campamento había observado como alguien había hecho una cruz de madera en mitad de la montaña, entre el faro y las Piedras Santas. Ya al verlo me llamó la atención y me dieron ganas de ir, pero yo tenía mis cosas que hacer, por lo que seguí con mi camino. Pero justo terminados todos mis rituales pensados, comprendí que aquel lugar me había llamado para hacer el verdadero ritual. El que no viene del pensamiento. El puro. El sincero. Y es que al llegar allí dejándome llevar por mi interior, por las energías, por mi corazón...comprendí que aquella cruz que miraba hacia el fin de la tierra, era el destino del Palo del Hechizo y de La Virgen del Amor. Ellos me habían ayudado a tener un descubrimiento con la vida en todos los sentidos. La virgen siempre me recordaba que el mundo es amor, y en sus manos lo pone, "Love", y es por lo que pide y por lo que pido yo todos los días. El amor Universal. El palo, fue un fiel compañero que me hizo conectar a la perfección con la Naturaleza, sintiéndome parte de ella como nunca lo hubiera imaginado. Ambos dos, juntos, os juro y nunca juré nada, hacen magia, y la magia es la vida. Así pues, para todo el que allí vaya, recibirá magia, recibirá vida.
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